Otra arriesgada apuesta editorial del grupo responsable de la colección El Periscopio, entre quienes me encuentro, en la Editorial Evohé.
Abrimos hoy la
senda de los intravagantes. Los y las. Ellas, ellos. Machetazos. Encuentros.
Nadie dijo que hubiera de ser fácil. Sencillamente abrir. Como el que recorta
un vano en un muro y caen vergüenzas y lamentaciones y alguien atisba algo más
lejos. Quién sabe, otro muro.
Es esta una vía no de escape. Es esta una
vía no pecuaria. Es esta una vía no de agua. No sé si tercera o cuarta. O
infinita. Una vía de acceso, eso sí, por hacer.
Acceso a nosotros mismos.
Nadie dijo que fuera a ser difícil.
Esto es algo al alcance de todos, pero no
de cualquiera.
Requiere de un tiempo preciso. Se trata de
una tarea deudora de él. De hasta aquí hemos llegado. A lo más hondo, a lo más
centro, a lo más circunvolución, a lo más (sic) biolento. Una biolencia
interior, intimísima, que en palabras de Rilke y Stanley Donen, a la postre sea
lo más universal.
Arduos, ardidos intravagantes, ellas,
ellos, soledades acompañadísimas, nunca áridos, ni siquiera para facilitar un
camino.
El camino es la piedra. Una piedra hoy. Y
hoy. Siempre una primera piedra. Fundadora y terrestre. Una piedra y otra y otra.
Tierra que crece. Y asume.
Y vaga con un esfuerzo de titán que
sostiene, en vilo, y eleva su propio cuerpo, su propia tierra de elaborar.
Este es su verdadero trabajo. Este su
verdadero placer.
Intravagar.
Paseante, nómada, espeleólogo… siempre de
interior. Lo que a menudo quiere decir lejos. De modas, de circuitos, de
trilladas veredas… Un paso por delante, o por detrás, o en alguna otra
intravagante dirección… Uno que sea suficiente para que no se nos pueda ver… de
otra manera.
Abrimos, pues, hoy una senda en lo
escondido. En esa calma con que algunos acometen la furia, de romperse y
mostrarse, siempre con absoluta dignidad, aunque no necesariamente con un
pacato decoro. Porque esta desnudez intravagante nos parece, sin duda,
necesaria. Y delicadamente turbia. Y arriesgada. Y seña de identidad.
Intravagantes.
Nadie dijo que hubiera de ser fácil. Pero
sí comprometido. Pero sí desentrañable. Sí desenmascarador.
Nadie dijo. Y por eso nosotras, nosotros,
a partir de este momento, lo decimos.
Qué gustazo compartir el proyecto, amigo.
ResponderEliminarQué placer ir juntos en esta intravagante aventura por lo escondido, que tan bien describes.
ResponderEliminarMe faltaste tú, un vacío de ternura en la tarde. Lo sabes.
Besos
Elvira
Mi única espinita ha sido no estar físicamente en la presentación, y no poder disfrutar codo con codo con mis intravagantes de tamaña apoteosis...
ResponderEliminarBesos, Elvira; besos, Arturo.