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sábado, 19 de noviembre de 2016

El peligro del ángel presentado por Rafael Soler


Rafael Soler (FOTO: Tida Coly)

(Palabras pronunciadas con motivo de la presentación de El peligro del ángel - 28 junio 2016, en la Sala Trovador de Madrid-)

SOBRE EL PELIGRO DEL ÁNGEL, DE JULIO CASTELLÓ
      por Rafael Soler

Con la inocente apariencia de un libro de poemas –buen papel, solvente editorial donde están los que son, sugerente portada, potente y desazonador título, foto del autor en la primera solapa– llegó a mis manos en los primeros días de marzo de 2014 un sorprendente artefacto lírico que me dejó sin resuello, literalmente. A veces suceden milagros así, y pasé el botín a mi santa esposa Lucía, que como muchos sabéis es lectora atenta y no se anda por las ramas. “¡Qué bárbaro!”, resumió elocuente el impacto que en ella había provocado su lectura, y yo suspiré satisfecho desde la complicidad que siempre generan los hallazgos compartidos. Hablo por hablar / como quien ladra o zumba orina o sorbe la sopa de rabia o vida antigua / … y habita un calor que no es el suyo, decían sus primeros versos para no llamar a engaño; y más adelante: escribo por escribir desde mi oscuro nacimiento / escribo como pienso rodeado de hambre asediando lo mínimo que sucede a humanidad a humedad al acecho y derribo hasta que caiga una gota una sola gota milenaria de sales y vuelves y penetras la sombra / arisco y frágil / inconsciente estalactita muda rabiosa de amanecer y de tormentas y eclipses baratos por encima de un cielo / cada día / un cielo hasta ahora despejado.

Bien, toca ya decir que estoy hablando de Yosotros, libro cuya lectura sigo recomendando a quien se pone a tiro, y que su autor no es otro que Julio Castelló, que ahora se revolverá inquieto en su asiento con ganas de susurrarme algo así como “No te lances, Rafa, que te conozco”, y vaya si me conoce este hazverso de pro, fotógrafo poeta y viceversa, hombre de bien que hace de la ética norte y guía de sus afanes, leal a sus canallas, sabio a la hora de distinguir sin un pestañeo Literatura de vida literaria; y vaya si voy a lanzarme por aquello de asumir con estas breves palabras el compromiso de poner tildes y reconocimientos en su sitio justo. Muchas gracias, querido Juanjo, por darme esta oportunidad para acompañaros hoy.

Confiesa en su excelente prólogo el bueno de Simón Arriaga, bueno por buen poeta y buena gente, conocedor de la poesía de Julio Castelló desde sus primeros escarceos juveniles, que cada vez que termina de leer uno de sus libros tiene la sensación de que va a ser realmente el último que escriba. Y no es el único, pues después del ya citado Yosotros, la pregunta inevitable entre sus afines ha sido “y ahora, ¿por dónde nos saldrá don Julio?”. Pues don Julio vuelve a primera línea con esta nueva entrega que, bajo el sugerente título de El peligro del ángel, nos ofrece un muy sólido manual de supervivencia, un testimonio de las huellas que de lo vivido, y lo perdido, y cuanto está por venir, han dejado en la piel de su autor.

Me he fabricado unas alas tan grandes / que ahora no puedo / volar, nos anuncia implacable Julio en el pórtico de su libro. Y esta inquietante paradoja es el eje vertebrador de cuanto viene luego, junto a estos versos que encontramos terciada ya la lectura: y parece que vivo / sencilla y razonablemente bien / pero yo nunca he sido razonable / pude haber elegido ser un ángel / y elegí la codicia / de un hombre desprendido de su miedo. Ahí la clave, ahí lo esencial que inspira estos poemas que nos hablan de desamparo, de búsqueda, de saludable y pertinaz incertidumbre. ¿Vivimos sencilla y razonablemente bien? ¿Somos lo que quisimos ser? ¿Hasta dónde la libertad bien llevada (la libertad da vértigo nos dice, hay ventanas / abiertas / tentadoras / nos alientan a suponer el fango / los verbos del deseo / aún intraducibles) hasta dónde la fe como equipaje (creo en tercas raíces que perforan los cuerpos / y escarban en sus noches como en la única / resurrección posible / la inquietante / sin tregua / la apacible), hasta dónde las falsas certezas que en el zurrón llevamos (y anuncio / irremediable / con mi boca suicida / una borrasca / un sinsabor de adanes descuidados / de carne acostumbrada / al encabalgamiento) hasta dónde, en fin, la búsqueda de un amor correspondido que todo lo salve? Y a ras de alondra / una mujer / que canta / ven / te ofrezco la carne / escoge / el filo / del costado enredado en la madera / la curva de la espalda o el empeine / callado de la ternura / de la celebración.

Vivir es un asunto personal, y el poeta nos invita a perderle miedo al miedo, a volar a ras de tierra sin más alas que un bien asumido desvalimiento. No es casual que este libro, en un guiño celebratorio muy propio de Julio Castelló, se terminase de imprimir exactamente 29 años después del estreno en Cannes de El cielo sobre Berlín, del maestro Wim Wenders, película magistral con magistrales textos de Peter Handke: ángeles custodios que añoran su perdida condición de simples ciudadanos disfrutando con el menú de los jueves y la ropa al sol de la vecina. En una conmovedora escena dice Bruno Ganz, el ángel protagonista, a su amigo de correrías aladas, Otto Sander, paseando del brazo: existen otros soles aparte del de allá arriba… en la profundidad de la noche hoy empezará la primavera… me van a crecer unas alas completamente distintas a las de antes, alas que admiraré de verdad.

Cuando un poeta escribe desde su verdad todo fluye en armonía, y lo escrito concierne a su lector. Es el caso de Julio Castelló, y si toda su poesía publicada responde al impulso de contarse y de contarnos, es en este nuevo libro de plumas rasuradas donde más explícito es su deseo, su necesidad me atrevo a decir, de compartir los hallazgos y lecciones que la vida ofrece. Sé leña de árbol caído, nos invita, mira a los ojos al dios de los errores, camina de la paz a la inquietud, busca entre los huesos la manera más simple de desaparecer, asume el vértigo que siempre acompaña a la libertad, canta la incertidumbre, porque nada hallarás más allá de su abrazo. De eso va El peligro del ángel, de eso va la vida.

Pude haber sido un ángel, y elegí la codicia de un hombre desprendido de su miedo. Acompañen en su viaje a este honesto, brillante, sabio muñidor de turbadoras metáforas. Pongan en su mesilla, junto al despertador de los disgustos, este libro pulcramente editado por el generoso y entusiasta Juan José Martín Ramos. Entren en sus páginas con las alas recogidas. No les defraudará. Enhorabuena, querido Julio. Y enhorabuena, queridísima Tida, por la parte que te toca, y que es mucha.

RAFAEL SOLER, 28 junio 2016

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