Alguien dentro de mí llamaría anagnórisis a mi encuentro causual con Gamoneda. No por pedantería –aunque también- sino por precisión. Y a continuación se preguntaría cómo he podido vivir tanto tiempo ajeno, ignorante de uno de mis padres, aunque no de espaldas a él; más bien en paralelo… Cada línea un temblor en que me reconozco, hijo secreto, bastardo; quizás adoptivo; natural en todo caso. Confío en no ser rechazado, en crecer un tiempo al menos cobijado en el verbo hiriente, herido, del maestro.
Un cartel en el metro, una coincidencia en Internet, el rapto: Descripción de la mentira, poemario confeso de raíces africanas.
Ha ocurrido. He pasado –paseado- sobre esta Descripcción de la mentira como sobre ascuas, en una ancestral celebración. Contenida la respiración y pausando la lectura. Alguien me ha trabado una mano en el diafragma. Me falta el aire. Me sobra. Nadie me hubiera pronosticado este vuelo tan en vacío y plenitud y comunión y hallazgo. He visitado finalmente a mis dioses de hogaño –Pedro (tú eres Pedro…), Vicente, Federico, Aimé, don Juan (equívoco) Ramón, don Francisco, Salomón…(me dejo alguno…) y el dios desconocido– y he visto con violenta claridad que todo era aún posiblemente bueno.
Abejorro DEP (El Escorial, 2007) 
