Los textos e imágenes del blog pertenecen al autor del mismo, salvo que se cite expresamente lo contrario.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Punset / El alma está en el cerebro

Entre línea (El Escorial, 2007)

Por alguna razón que no acabo de entender, me gustan los textos optimistas; quizás porque en el fondo yo no lo sea, o al revés. Y por alguna otra razón, que tampoco acabo de entender, esta tendencia al optimismo me va granjeando enemigos o al menos airados comentarios de esa gente que cree que el mundo no es más que un pedazo de mierda. Arrojadiza.
Yo voy esquivando como puedo y, últimamente, leyendo a trozos El alma está en el cerebro, una compilación impresa de intervenciones del televisivo programa Redes, admirable en su afán divulgativo de la ciencia más puntera de nuestro tiempo. Y he encontrado una sencilla reflexión que creo merece ser considerada, por lo que tiene de sentido común (a veces un nada común sentido).
Que los pesimistas irredentos o posudos me perdonen.

Sugiere Antonio Damasio -catedrático de Neurociencia y Neurología en la Southern California University, director del Instituto de Cerebro y Creatividad y premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica del año 2005- ante la idea de que no hay salida tal y como están el patio y las noticias: "Pero creo que debemos ser optimistas: hay suficientes datos para afirmar que los seres humanos no sólo pueden ser muy violentos y horribles, y producir holocaustos, sino que también pueden ser tremendamente creativos y encontrar soluciones increíbles a problemas sociales o a problemas técnicos, y crear todo tipo de maravillas, desde la poesía a lo mejor de la medicina y la tecnología. Y creo que históricamente pasamos por fases en las que las cosas no van muy bien, seguidas de épocas de renacimiento en que van mejor. Creo que vale la pena ser optimista, y hay un motivo añadido: si eres optimista, generas felicidad en tu interior, y es posible que la crees en otros. Si eres pesimista, no tienes ninguna esperanza: estás completamente seguro de que perderás. Si hay donde elegir, elige la felicidad y el optimismo, ya que, por lo menos, existe una posibilidad. Si ya has decidido que algo no funcionará, no hay manera de que funcione. Por eso creo que vale la pena apostar por el lado positivo".



Yo, que soy mucho más burdo en mis planteamientos, siempre que me he tropezado con uno de esos pesimistas irredentos y posudos me he preguntado -perdonen mi falta de tacto mental- qué les impide acabar con su vida, y de paso con su conexión con el mundo, que al parecer va tan rematadamente mal. Y de paso con ese afán de amargarnos la existencia a todos los demás. ¿No será que no son tan pesimistas o que no todo es tan abominable como para desconectar?


Que nadie se llame a error: mi optimismo es el de la línea de luz en las lindes de las puertas, cuando invitan a pensar qué habrá en el otro lado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE BUENO!

Anónimo dijo...

El pánico al mal trago de la muerte. Hay situaciones de gran agonía sin esperanza que invitan a liberarse duela lo que duela. Para comprenderlo hay que empatizar, convertirse en un niño africano con Sida, en el hijo de una víctima de la radiación de Hiroshima, aunque peor es ser una rata de laboratorio en manos de un optimista buscando solución para el Alzheimer.
Empatizar es sufrir, no percibir el sufrimiento con fines manipuladores.