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domingo, 13 de mayo de 2007

Senegal, un viaje para aprender

Días de viento, polvo, calor y prisa. En setenta y dos horas: Kaolack, Thies, Toubab Dialao y Dakar. Cualquiera después del desastre planetario de Bush se atreve a soltar lo de "Misión cumplida". Cumplida estará el día en que en el patio de arena fatigada por el sol se levanten cinco naves de cemento donde 300 alumnos se amontonen -pero menos- en torno a su profesor, a razón de 60 por aula.
Hoy la ratio es de 80 ó 90. Impresionante. E incomprensible. Y sin embargo el profesor allí habla y el alumno escucha, toma nota, exprime sobre el pobre cuaderno o la pizarrilla el jugo precioso que puede llevarle a la sabiduría, o al menos al aprendizaje necesario para poder llegar algún día a servirse a sí mismo, a su familia, a su país...
Creo que en Senegal existe una alta conciencia del yo -en Occidente, apenas del individuo (por no decir el consumidor)- y del nosotros, que va creciendo en círculos alrededor mostrándose en la consideración habitual de los que nos rodean, tal vez porque necesitamos a los demás igual que ellos a cada uno de nosotros.
En fin, ya iré colgando aquí las impresiones de un viaje relámpago, junto con otros dos compañeros del 1º de Mayo, con la intención de concretar un proyecto de cooperación con una escuela de Kaolack. Todos podréis hacer algo, diminuto, irrisorio, tal vez para vosotros insignificante, pero con todos esos mínimos ladrillos, podrán ellos disfrutar de su espacio y de su justo tiempo de clase, también hoy mermado por la carencia de aulas. Entre todos podremos levantar... la esperanza.

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